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98 Años de Arte  

Floreció Débora Arango, un universo de color en 1907, en una época rutinaria que se encontraba atada por el tradicionalismo que ligaba a las personas a vivir bajo un estado de somnolencia por las pautas que imponía la patria y la iglesia católica con moralidades absurdas sobre el ser humano, como se relacionaba o actuaba con los demás. Mientras se luchaban conflictos fraccionados por las impaciencias de un trono decadente.

Ella creció y con las pinceladas que dejaba a su paso, desde muy joven causó tanta admiración como rechazo, pero nadie podía negar que aquellos trazos reflejaban vida. Todo empezó en el colegio María Auxiliadora en donde la religiosa María Rabaccia quien además era su maestra, la incentivo a dedicarse a la creación de arte. Debido a esta motivación, y junto con el apoyo de su familia, empezó a ser parte del Instituto de Bellas Artes de la ciudad quien en su momento era dirigida por el maestro Eladio Vélez.

Con su iniciativa de cambio y de técnicas alternativas se marchó debido a que consideraba la educación del instituto como uniforme e irrelevante con respecto a lo que ella en realidad expresaba por medio de sus trabajos, pero para que ello sucediese necesitaba aprender los métodos para lograrlo. Débora al conmoverse de los frescos del también artista antioqueño Pedro Nel Gómez, le solicito que la recibiese como su discípula, pues ella quería aprender los cánones para realizar el cuerpo humano y así lograr su objetivo.

En el año 1940, realizo su primera exposición con ayuda de una amiga suya, el ministro de educación de esa época interfirió para que exhibiera sus obras en el Teatro Colón de Bogotá, pero al tiempo fueron removidas por varias peticiones a causa de que estas eran vistas como inmorales y paganas, por sus desnudos y la inusual crudeza con que critica la política, la sociedad y la religión.

Aquella flor que cada día brotaba cada vez más hasta encontrar su esplendor, y asi viajo a diferentes países tales como Estados Unidos y México en el año 1946  para recibir los saberes que deseaba sobre acuarela y muralismo. Retorna a la Tacita de Plata a realizar algunas obras para posteriormente viajar a Madrid y luego a Inglaterra para aprender cerámica; En 1955 expone una serie de obras en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, lo cuales son descolgados al día siguiente de la inauguración. Debido a esto ella toma la decisión de regresar a Colombia.

Aproximadamente en 1965 dejo de pintar debido a sus quebrantos de salud, aislándose y dejando de pintar. Sus últimas muestras se realizaron en 1975 en la Biblioteca piloto, luego en 1985 dona más de 200 obras al Museo de Arte moderno, posteriormente realiza su última exposición en la Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá.

Marchitándose poco a poco fallece el 4 de diciembre del 2005. Dejando un legado, donde podemos apreciar el rigor de Débora para mostrar con audacia la realidades que han cobijan tanto a Colombia como a Latinoamérica, aunque fue tachada como sacrílega como a otros tantos artistas antioqueños y también admirada en un tiempo lejano al suyo. Innegablemente ella cultivo con su sagacidad una mirada nueva a la sociedad al realizar por primera vez desnudos en el país, con su originalidad para criticar una sociedad machista y resabiada por intereses particulares y sacar a la luz temas y personajes tan marginales en su momento tales como prostitutas, niños, madres soltera, entre otros.

 ‘’Me quedé soltera porque descubrí que la pintura y el arte son unas pasiones más dignas que el amor y sus desdichas…me di cuenta a tiempo de que el matrimonio convencional es un destino muy ceniciento para las mujeres. Además, como siempre pinté desnudos los hombres se me alejaron. No me paraban bolas o me tenían tanto miedo que les costaba acercarse. Pero no estuve sola: las ilusiones son efímeras y los colores eternos…’’

Débora Arango Pérez

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